viernes, 12 de octubre de 2007

YO ME SALVO A MI MISMO




“YO ME SALVO A MÍ MISMO”






Impresiona que personas que están a cargo de un departamento salgan expresando a sus subalternos “que ellos se salvan asimismo” y que por eso establecerán sistemas de control a través del descuento por atraso, como si los sueldos fueran tan bullantes en el funcionario administrativo de la universidad que se pueden dar el lujo de tener este cruel sistema. Otra vez la aplicación del capataz de fundo, aquel sujeto que ostentaba por el miedo y la extorsión el sometimiento de las personas a su cargo.


Estamos en pleno siglo XXI y en Chile aun se mantiene esta actitudes de siglos postreros. La modernidad exige otras formas de liderazgo, de dirigir a los grupos, las personas que tienen un cargo de jefatura se han transformado en directores de orquesta, donde cada persona sabe sus funciones y rol que debe cumplir; pero, esto falla, cuando los jefes intentan mantener un sistema de control mas cercano a la esclavitud que al libre desarrollo de las personas en sus funciones.

En el contexto actual se requiere que los funcionarios sean un real aporte a las funciones del departamento donde trabajan, deben tener la capacidad de mostrar todas sus destrezas y habilidades, ya no se necesita el hombre que solo debe aplicar lo que se les exige desde las planas superiores, sino que también pueda pensar y expresar sus ideas. Las funciones requieren para seguridad y tranquilidad de las organizaciones que las personas piensen y no sean solo meros ejecutores de funciones como tanto desean ciertos personas que por causas azarosas obtienen cargos para los cuales no están preparados, ni capacitados.

No hablan ni son capaces de expresarse como si fuera uno más del grupo,-como exige la administración moderna-, sino que sus ordenes las emanan a otros para que estos les pidan a sus compañeros lo que deben realizar, curiosamente se emiten en forma irrefutables y no posibles de apelación, que más parecen sacados de un regimiento de tropas de castigo; es decir , se trata a los subalternos como personas de la peor ralea, mientras más el funcionario tenga conocimientos legales y de otra índole más enemigo de la jefatura se transforma, son los problemáticos y los conflictivos.

No se debe olvidar que las disposiciones de las jefaturas que desconocen los cambios en las políticas organizacionales, son de corte unilateral, como fue el caso hace poco de la votación para elegir miembros para El Comité Paritario. Se actuá a espaldas del trabajador, en forma subrepticia con la finalidad de mantener sus puestos, pero no se dan cuenta que se daña a la institución donde trabajan en forma alarmante. Siempre que existen estas formas de actuar las organizaciones tienden a una obsolescencia temprana y no logran llegar a su etapa de madurez, pues los puestos de mando no pueden ni tienen la capacidad para llevar a cabo la magna empresa de lograr que su institución llegue a la etapa mas ansiada.

Es más productivo y educado explicar los motivos de una decisión en vez de callarse o de elevar un grito de “sálvense ustedes como puedan que yo me salvo solo”
Las personas trabajan más y mejor en un ambiente tranquilo, donde la claridad de la información emitida es buena y explican las decisiones tomadas por la jefatura; esto demuestra que existe una importancia por el funcionario como persona y que interesa que él comprenda las razones y las acepte.

Los buenos jefes son lo que son capaces de rodearse de grandes personas y de saber dirigirlas. La primera es de muy difícil adquisición a jefaturas de carácter mediocre, pues tenderán a nivelar hacia abajo a las personas, generando desmotivación, desgano y criticas a su forma de ser; y la segunda es poseer personas que sepan lo que deben hacer y que lo desarrollen sin tener un control asfixiante detrás de ellos. Muchos jefes creen que deben tener ese control asfixiante más que poseer una buena comunicación con los miembros del departamento que dirigen.

Las jefaturas que cohesionan son aquellas que demuestran unión al grupo, son como los capitanes de barco que son los últimos en abandonar el buque y son percibidos como dignos de seguir y emular. No elevan el grito de “¡yo me salvo a mí mismo!”

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