¿Si le va bien a la universidad, nos va bien a todos?
Mientras en forma subrepticia muchos funcionarios se han encontrado asistiendo a las oficinas de sus jefaturas para ser notificados de despido, han aparecido otras actividades donde esta destreza organizacional que se vincula, al parecer, a la Misión y Visión institucional se convierte en un objetivo más, de los cuales ningún trabajador posee idea, salvo de lo que se expone en la página Web de la institución.
La concepción de comunicación esta ligada a una idea de flujo lineal y unidireccional de los mensajes, de información, de aquella forma de visualizar que recuerda la época más siniestra de Chile y que al parecer se ha estado afincando en las empresas chilenas, donde los flujos informativos se basan en el decir, en lo que dictan “los cabezas pensantes” de cada organización. La idea de que “si le va bien a la universidad, les va bien a todos” queda relegada a un mero mito institucional.
Colaboradores denominan a todos los trabajadores, palabra que suena como una forma socarrona de hacer lo que se desea, sin esperar oposición alguna. Los valores que conforman una universidad real, como es la excelencia, el pluralismo, la tolerancia, la libertad académica, el humanismo, la responsabilidad social, la cooperación y el respeto a las personas quedan relegados a una mera retórica que nadie cree en estos momentos.
Han intentado que se crea el cuento de que “somos los mejores” sin existir ningún proceso de retroalimentación que permita a los funcionarios sentir que son parte de la institución, que se les respeta. Respeto donde los procesos son comunicados por los diferentes medios existentes y por la creación de otros específicos sobre temas que son de relevancia y atingentes para todos los que laboran en ella. El ejemplo de lo que sucedió con la acreditación es un claro mensaje para todos los que laboran en esta institución, mostrando que no valen más de lo que es un lápiz o un instrumento de trabajo.
Los beneficios que informaron el año pasado con gran boato al cumplirse los 20 años de vida institucional, fueron una intentona para disgregar a los funcionarios para que conformen agrupaciones que los representen, cosa que en cierto grupo no calo muy hondo. Otros se venden más barato, por una taza de té y un pastel aceptan disentir de sus propias necesidades, tal vez sea por ignorancia, de aquella a la cual apelan los “cabezas pensantes” de una organización que parece estar con la brújula extraviada.
Han generado miedo al interior de los trabajadores, pero no ha sido aquel miedo paralizante que inhibe, al contrario que ya expresen a viva voz el deseo de ser despedidos es un indicativo que no se desea pertenecer a una institución donde los valores fueron botados a la calle, potenciándose en lo negativo, en lo que se criticaba de los ex “cabezas pensantes”. Al parecer es más de lo mismo…y con eso no se crece ni se avanza.
Claridad y transparencia comunicativa, son parte de una estrategia que vela por lograr el crecimiento, el desarrollo de la organización. El prestigio universitario radica en la calidad de educativa, vertida en flujos comunicacionales dinámicos que llevan la información nítida y precisa a todos los segmentos institucionales. Las mejorías no van en la preocupación de la obtención de mayor rentabilidad, mayor productividad, de la reducción de costo variable justificándose en discursos falaces, para lograr mostrar números azules.
Lo que no puede ocurrir – Cómo expresó un rector universitario en el proceso de acreditación- “es que no se sepa lo que está ocurriendo, que no se sepa qué es la Misión, cuál es la Visión, la organización de la universidad, qué es el Modelo Educativo, qué es el modelo de aseguramiento de la calidad. Esto es lo mínimo que uno podría pedir y lo mínimo que los pares esperan de nosotros”